23 de abril de 2009

Cuando se castiga con la infamia

Según una encuesta publicada recientemente, uno de cada tres jóvenes españoles se declara a favor de la pena de muerte. Uno de cada tres. Ante tal abrumador dato, me vi obligado a contrastarlo con unos cuantos amigos, sin influencias entre ellos y de diferentes formas de pensar. La verdad es que no llegué a obtener el mismo resultado pero he de reconocer que el número de personas que se mostraron a favor resultó demasiado elevado para lo que yo me esperaba. Otros tantos a los que pregunté no sabían qué pensar o nunca se lo habían planteado. Por ello, creí conveniente el publicar un artículo sobre este tema, respondiendo según mi forma de pensar a los pros que la gente le otorga a la pena de muerte, ya que a mi forma de ver no existe ningún fundamento por el cual haya que instalarla o seguir manteniéndola.

Uno de los argumentos para fundamentar la pena se podría resumir en la famosa frase “ojo por ojo, diente por diente”. Si alguien comete un delito, nosotros debemos en consecuencia responderle con lo mismo. Si pensamos de esta forma, no hacemos más que ponernos al nivel del criminal. Si una persona delinque, por ejemplo matando a otra persona, ¿Qué ejemplo da la sociedad, la justicia, al hacer exactamente lo mismo? Al mal del delito se le suma el mal de la pena. La ley lo que debería es no imitar la negativa conducta humana, sino corregirla.

Otro de los casos es cuando se aboga por el hecho de que la víctima no ha podido llevar a cabo el ejercicio de su legítima defensa. Además de todo lo dicho en el párrafo anterior, ¿Acaso podemos saber si la víctima le desearía la muerte a su agresor? Hay asociaciones de familiares de personas a las que han asesinado que se niegan a defender la pena de muerte, pues piensan que eso no hace disminuir su dolor y solo ayuda a que sufra más gente, como los familiares de los ejecutados.

Siguiendo con más argumentos a favor de la pena de muerte, podemos encontrar el que dice que es correcto el mantenerla debido a su carácter disuasorio. Piensan que la pena de muerte puede llegar a causar una intimidación tal en posibles criminales que consigue evitar crímenes que de otra forma se realizarían. Nada más lejos de la realidad. Carece de todo fundamento el mantener esta postura ya que el ser humano, a la hora de delinquir, no espera en ningún caso (ya exista la pena de muerte o cualquier otro tipo de pena de semejante relevancia) que sea descubierto. Y eso, nos guste o no, va implícito en la naturaleza humana. Podríamos argumentar además en contra de este carácter disuasorio que en los países donde se sigue aplicando no ha dejado de existir el alto índice de criminalidad que se buscaba evitar con la implantación de esta medida. Aun así, para mí lo realmente importante es la forma de actuar del ser humano, su naturaleza, y ésta va ligada con la auto confirmación de que no va a ser descubierto a la hora de realizar el delito.

También se dice que la pena de muerte sirve para eliminar el posible miedo de los familiares de la víctima y de la sociedad en general a la fuga del criminal. Creo que hoy en día existe un sistema penitenciario más que fiable. Éste no es un argumento que se pueda fundamentar con hechos debido a la situación actual así que nos es válido para sostener la posibilidad de instaurar o mantener la pena capital.

Un argumento a favor de la pena de muerte que me deja atónito cuando lo escucho es el que dice que no existe riesgo de que un juicio se lleve a cabo de forma errónea, por lo que no se podrá dar el caso de que se condene a un inocente. Es verdad que cada día el error judicial es menos frecuente, así como hay más medios para que no exista dicho fallo, pero desgraciadamente sigue habiendo tales desaciertos, desde equivocaciones humanas totalmente desintencionadas hasta juicios ponzoñosos con todo el personal corrupto. El problema de este hecho en la pena de muerte es su irreversibilidad, ya que no hay manera de reparar el daño hecho a la persona ya ejecutada. Anteriormente decía que no había datos o fundamentos con los que demostrar la inseguridad de fuga de los presos. Aquí sí que existe una gran cantidad de sentencias ejecutadas contra personas que más tarde han sido declaradas inocentes. Obviamente, no se les pudo recompensar de ninguna forma. Ni a ellas, ni a sus familias.

Por último, tan sólo cabría argumentar que la pena de muerte es más económica que cualquier otro tipo de condena como la cadena perpetua. Este hecho no ha sido demostrado a día de hoy ya que cada grupo (pro y contra) da unas cifras diferentes. Aun cuando fuera así y nos costara menos a la sociedad, este argumento se podría considerar altamente rastrero al preferir matar o no a personas por una simple razón económica.

Además de estos párrafos donde he intentado explicar los argumentos que se esgrimen a favor de esta pena junto con mi pensamiento en respuesta de cada uno, me gustaría destacar el papel que desempeña la pena de muerte en formas de gobierno tales como la dictadura. En estos casos, la pena no es más que un instrumento abusivo de control en manos del gobierno, una “perfecta” manera de mantener el poder de su régimen político.

Nos parece que la pena de muerte es un caso ya aislado, pero aproximadamente hay entre 18.000 y 27.000 personas que en estos momentos están condenadas (cifras pertenecientes a 2007). Además, el número de ejecutados ese año, que se conocieran, fue de 1250 personas. Digo que se conocieran porque China, por ejemplo, se negó a dar su número de ejecutados, así que esa cifra de 1250 es totalmente ficticia. Tampoco deberíamos olvidar que la pena de muerte no está reservada exclusivamente a países subdesarrollados, sino que abarca desde los países más pobres hasta otros plenamente desarrollados.

Quizás el debate no debería ser éste, sino por qué el propio ser humano debe castigarse a sí mismo, ya sea con este tipo de pena o con castigos de esta magnitud. Quizás, haya un día en el que no exista este debate, donde no haga falta que nos auto sancionemos. Y eso, estoy seguro, sería el mayor triunfo del hombre, el mayor progreso jamás imaginado.

Y eso sólo tiene un nombre. Cultura.

23 de marzo de 2009

La mercantilización del arte

Desde hace ya algún tiempo vemos expuestos en museos una serie de obras que ninguno de nosotros (salvo el propio autor en cuestión y unas cuantas célebres personas con una inteligencia situada en límites insospechados del conocimiento humano) entendemos. Y mira que lo intentamos.

El capitalismo desmedido en el cual se basa nuestra sociedad ha inundado también el arte. Cuadros en negro, retretes sucios y calcetines sudados son expuestos como algo sumamente exquisito y, aún más que sumamente exquisito, extremadamente caro. Y nosotros lo aplaudimos y compramos. El que el capitalismo haya fijado como objetivo la cultura ha hecho que su máxima premisa de “menos trabajo con una mayor rentabilidad” se haya instalado en las galerías de los museos y en las mentes de unos cuantos privilegiados. Y es que privilegiados lo son, porque vender cuadros en negro con tres pinceladas o utensilios domésticos unidos de forma inconexa al precio que lo hacen tiene su mérito. Hasta qué punto llega nuestra ignorancia, que antes de calificar una obra por nosotros mismos, debemos mirar atentamente la descripción de ésta misma y, más atentamente aún, su precio. ¿Cien mil euros por estas tres rayas rojas? Si es que es una exquisitez, una magnificencia, aplaudamos hasta con las orejas…

Los grandes críticos de este género junto con los propios “artistas” e intermediarios nos la están colando por todos los lados, señores. Gato por liebre me parece una comparación demasiado irrisoria para reflejar este hecho de tamaña calaña. ¿Qué menos esfuerzo que hacer nada? ¿Qué mejor rentabilidad que ponerle varias cifras al precio de este nada? El capitalismo cultural nos la está dando con queso mientras nosotros aplaudimos su premisa capitalista más extrema. Nos hacen sentir inferiores reflejando el hecho de que no podemos llegar a entender a tan grandes genios. Si de verdad creemos que no podemos entenderlos debido a su gran destreza artística tan sólo estamos ayudando a contribuir co la decadencia del arte. A mí me llamarán ignorante por no saber apreciar las obras de tan elevada calidad, pero creo que el ignorante y engañado no soy yo, sino aquel que basa sus gustos artísticos según el precio de las obras, según las milongas que le cuentan.

Para acabar, recordaré el experimento que realizó un programa de televisión acerca del asunto (adjunto el link del video en youtube ya que creo que es interesante ver el reportaje: http://www.youtube.com/watch?v=qb0n4C4yyks). Más que nada, da una visión real de lo estúpida que puede llegar a ser la gente y “de lo que entiende de este arte contemporáneo”. Les dio una reportera un lienzo en blanco a una clase de niños de 2 a 3 años de una guardería y realizaron (al parecer) la obra maestra de su vida. Tras acabar, la colgaron en la feria de ARCO y la gente que pasaba por la exposición daba su veredicto acerca del cuadro (seguro que antes de opinar algunos se consideraban grandes expertos de la materia). Frases como “es un cuadro complejo y con mucha meditación detrás”, “esta obra tiene una gran carga erótica…posiblemente reprimida” o “quince mil euros me parece un precio razonable” dan una pequeña muestra de lo borregos que podemos llegar a ser.

Desde luego, parece ser que el arte no comprende de edades, y mucho me temo que el cerebro de personas que se guían por los engaños de otras autodefinidas artistas, tampoco.